El mercado municipal de Sanchinarro, mediante su potente volumen, responde a la necesidad de dotar al barrio de un referente urbano. El edificio saca partido de la topografía del solar desplegando un mirador que por medio de un amplio voladizo se constituye como un elemento singular en el entorno. El mirador representa la faceta extrovertida del edifico del mercado, frente al espacio que queda protegido bajo el voladizo, entendido este último como un lugar de refugio y protección.
En el interior del mercado se parte de la idea de crear un gran espacio en torno al que se organiza el programa, una verdadera plaza interior. Para cualificar este espacio se recurre a la estructura y a la luz como elementos capaces de organizar y dotarlo de carácter. La estructura de la plaza se basa en la repetición de un módulo autoestable a modo de paraguas. Es a través de las juntas que se producen entre los paraguas por donde la luz natural se filtra a este gran espacio central. El encuentro de estos dos órdenes: la estructura y la luz es lo que cualifica este espacio.